Nací en Vilanova i la Geltrú, una pequeña ciudad de la costa barcelonesa, en el año 1997. Sin un entorno familiar que se dedicara al mundo del arte, más bien con profesiones muy alejadas, mi historia se convirtió en la de un niño apasionado del humor, los disfraces y de la relación con las personas.
Con tan sólo seis años, mi padre, para el día de Reyes, me regaló un teatro de títeres que había construido artesanalmente. Fue un buen inicio para todo lo que vendría.
No fue hasta los once años cuando me lancé a formarme como actor en la única escuela de teatro que había en mi ciudad. Hay algo muy cierto, dicho por muchos compañeros con grandes carreras, y que comparto al cien por cien: cuando subes a un escenario, o lo odias, o no vuelves a bajar de él. Desde entonces y hasta ahora, y a pesar de las vueltas que naturalmente ha dado mi vida, mi vocación es de las pocas cosas que sigue como exactamente el primer día.